Novelas como “La llamarada”, “La resaca”, “Solar Montoya”, “Los dedos de la mano” y muchas otras más, ya no son tan escuchadas y mencionadas en nuestra generación actual. Para ser un poco más precisos ya no son tan mencionados y tan aclamados como lo fueron hace algunas décadas pasadas y lo que es más lamentable aun, con suerte la juventud aun escucha a nuestros abuelos hablar de alguna de las mismas. Sin embargo, para mí, yo como representante de nuestra juventud puertorriqueña vengo ha hablar de las manos de obra tras la tinta y el carbón de cada página que dejo marcada una de nuestras figuras más importantes en la literatura, cultura y educación de mi patria. He venido a redactar aquí que mi cultura puede ser encontrada de ese implícito olvido con tan solo letras escritas. Del lector no saber a quién me refiero te exhorto a conocer una huella parte de nuestra descendencia más pura y característica, la africana. Y de ser usted puertorriqueño o hermano latino, sin duda estas son obras de las cuales te exhorto a dar una oportunidad, créeme que en algo te identificaras y ahora sí, sin más preámbulos, conozcamos a nuestro gran Laguerre.
Enrique Arturo Laguerre Vélez, nacido para convertirse en uno de los mas brillantes novelistas en la historia de Puerto Rico y una de nuestras figuras patrióticas mas influyentes en la cultura y educación, Enrique Laguerre arrasó junto con otros en su misma generación perteneciendo a la Generación de los treinta, grupo de escritores que se caracterizan por varias similitudes en su formación educativa y labor a la cultura del puertorriqueño a través de las letras y mediante estas expresaban la preocupación de nuestra nacionalidad Nació en Moca, Puerto Rico el 15 de julio de 1905 y su educación primaria fue en escuelas públicas de la zona rural del país. Su interés por la literatura se estima que comenzó para sus años de adolescencia y fue debido a una maestra, Carmen Gómez Tejera para ser mas exactos, de su escuela quien lo motivó. Comenzó sus estudios universitarios en la Universidad de Puerto Rico para 1923 con propósito de convertirse en educador. Sin embargo, hay que destacar que, incluso sin haber obtenido el título de maestro, Laguerre se dedicaba a la enseñanza en escuelas rurales.
Pero si de algo Laguerre estaba seguro, era que la educación era lo que sustentaría su vida mientras que su pasión por el arte seria lo que lo llevaría a ser el Laguerre que todos conocemos. En 1932, Laguerre se estrena como ensayista y periodista y comienza a publicar artículos con carácter cultural y político para el diario La Democracia. Consecutivamente colaboró en revistas como Alma Latina, Artes y Letras, Puerto Rico Ilustrado, entre otros más. Ya para 1935 decide dedicar el resto de su vida a dramatizar con palabras eventos de la vida, historia y cultura puertorriqueña puesto que consideraba que el puertorriqueño no apreciaba lo suficiente el valor de la historia de su patria.
Comienza publicando, con tan solo 25 años, su famosa novela “La llamarada” luego de la insistencia y motivación de Antonio S. Pedreira ya que, según su familia, Laguerre era un escritor muy exigente y crítico con sus propias obras. Al año siguiente, gracias a la excelencia de “La llamarada” su autor recibe un Premio del Instituto de cultura puertorriqueña. De ahí en adelante, Laguerre continuó escribiendo novelas, cuentos, ensayos, poemas e incontables otras variantes más. Se podría decir que Laguerre nació para esto y ahora explico el porqué. Si de algo hay que destacar entre esa cantidad incontable de palabras escritas durante toda su trayectoria como escritor es que, incluso el mismo decía, que en cada libro siempre hay algo personal del autor plasmado entre las palabras y Laguerre no era la excepción. Novelas como “La ceiba en el tiesto”, “La resaca”, “Los dedos de las manos” y otros más dan a conocer de manera bastante peculiar aspectos referentes a su vida. Contando con el ambiente donde él se crio, la zona rural, la educación publica y los años para cuando el vivió, Laguerre sin duda utilizaba estos factores que la vida le presentó para usarlo a su favor y mostrarlo de manera modernizada y educada al puertorriqueño que desconocía de sus raíces o que no la apreciaba como se merece.
Luego de concluir sus estudios como docente, prosigue con su Maestría en Artes con especialidad en Estudios Hispánicos en la misma universidad para después servir como catedrático por siete años consecutivos donde ejerció su propósito de alfabetización como método de modernización en Puerto Rico y América Latina. Posteriormente se va a continuar con sus estudios de doctorado en la universidad de Columbia en New York, Estados Unidos. De ahí adquiere nuevos conocimientos y métodos y los aplica a su carrera como profesor en universidades en Puerto Rico.
Durante el resto de su vida, Laguerre se dedica de lleno a seguir escribiendo y narrando sus preocupaciones sobre el estado de nuestra sociedad a través de sus personajes, algunos muy simbólicos para historia de Puerto Rico y otros muy característicos como lo era el mismo Laguerre. Se debe destacar que era un autor como ninguno, tenia una autenticidad y un aprecio a nuestra cultura y eso lo representaba en cada una de sus escrituras, sus oraciones y versos. Es cierto que ganó numerosos premios tales como el Premio Nacional de Literatura en 1975 y fue proclamado como Humanista del Año por parte de la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades en 1985. Pero seguramente considero que no hay premia que valiera tanto para el como el que un lector leyera de sus escritos y despertara hacia la realidad que enfrenta y seguirá enfrentando nuestro país de nosotros, la Juventud no despertar. Para mí, como joven puertorriqueña, ese sería el mayor triunfo de nuestro difunto Don Enrique Laguerre.
Por:Nicole Solano
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